viernes, 9 mayo, 2025
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Interpolando entre listos y tontos

Interpolando entre listos y tontos, Por Luis Mosquera

Me animo a dar dos pinceladas sobre la democracia a estas alturas de la vida. Parece que la democracia es el sistema más justo y el más considerado para el voto, y aunque haya sistemas mucho más eficaces, como la aristocracia griega, este parece el más ético. Eso sí, hay que tener en cuenta que el voto del bueno vale lo mismo que el voto del malo. Si el malo es un bicho y maniobra, se fastidia todo; y el voto del más inteligente vale lo mismo que el del tonto. Hay que tener cuidado, porque hay tontos muy listos que acaban forrados en cuanto consiguen un sillón, y de sillón en sillón, tirando porque me toca. Y por último, como curiosidad, fíjense en cómo conduce la gente su coche, cómo se comportan en la vida, y cuánto más listos y listillos son, más defraudan a Hacienda.

Yo tengo la sensación de que me toman por meningítico; están empeñados en contarme lo que mis padres vivieron. Por otro lado, yo viví la posguerra y la Transición y lo conozco de primera mano y es difícil engañarme.

También me quieren contar qué es una mujer, como si el instinto masculino no existiera. Estoy convencido de que el instinto masculino tiene mucho de poética masculina, sobre todo cuando vas siendo adulto. Dicen que somos leales, sinceros, llanos, hasta transparentes, etc., y el que no lo sea, él se lo pierde, porque no hay mayor hermosura ni más belleza en el mundo que la de la mujer. En contra de lo tradicionalmente establecido, no hay mayor pureza que la mujer también. Para que se fastidien, y lo digo por aquellas que no quieren ese estatus. Además, hay algunas tan violentamente femeninas, tan reivindicantes y tan masturbantes del coco que suelen caer en lo ordinario, asustan al más pintado y te tiran para atrás y son un horror en todos los sentidos. Es algo así como pegarse contra un muro y rebotar. Aunque hay autores que dicen que algunas son más malas, sibilinas y hasta retorcidas que los hombres, no vamos a entrar y generalizar; habrá de todo y en otra ocasión lo trataremos.
Pero que no me cuenten milongas, porque yo soy romántico y quiero morirme así. Una gran parte de los que ejercen de conquistadores de pacotilla son energúmenos que se ponen una corbata de ostentoso nudo gordo, basto y a lo bestia, con patitos, pajaritos o decoraciones similares. Además, a muchos les sobra el botón del cuello al llevarlo desabrochado, porque les aprieta el gaznate o les pellizca la barba recortadita, que por cierto hacen virguerías en esa labor. También, les va mucho eso de meter las manos en los bolsillos atendiendo a las personalidades y nada como las hombreras de los trajes que son tan finos, tan finos que en realidad parecen disfrazados de señoritos, cuando no maniquís. Para llevar una corbata, hay que saber llevarla, igual que para fumar un cigarrillo. 
Qué triste está la oposición del Partido Popular, parece contagiada de sanchidad. Qué floja está, fundiéndose con el poder en tantos criterios. No se entiende que, a pesar de la situación política de España, todo esté aletargado.

Cuando yo era joven, reivindicábamos y salíamos a la calle, y ahora estamos en una situación en la que parece que abunda la sangre de horchata. Es curioso que siempre quieran descalificar a la derecha a destajo, mientras dejan a la extrema izquierda salir de rositas. Además, esta última capitaliza o pretende capitalizar la intelectualidad, la cultura, etc., cuando en realidad y en el fondo la mayoría son muy flojitos y mediocres. A los que no somos de izquierdas no nos quieren reconocer el derecho a ser intelectuales, ni artistas, ni la leche por brillantes que podamos ser, pues manejan y manipulan la moda. Como se lleva el ser “progre” queda lúdico intelectual campestre. Y ni hablar ya de los medios de comunicación, lo mediatizados que están y lo que pretenden mediatizarlos. La izquierda y la extrema izquierda, que cada vez se funden más, siempre han procurado tener la sartén por el mango… y el mango también, como decía Adolfo Marsillach en el Tartufo de Molière. Eso es historia, y cada vez más acuciante. Por otro lado, mucho tiene que ver, y está en los libros, el abuso de eso tan practicado de que «el fin justifica los medios» que es peligrosísimo porque es puramente redentorista. Además, el hombre es vago y malo en cierta medida, y se trata de manipularlo tentándole por la ambición, vanidad y comodidad. Me parece que hay una obsesión exponencial, y por tanto creciente, por manipular al prójimo, y a ser posible, que no se entere. Algo absolutamente deleznable y condenable. Solo tenemos que ver la publicidad que nos envuelve y que hay en el mercado y este es de todo, incluso ideológico. Aunque parezca para tontos, funciona, y si funciona es porque para ellos tiene éxito y van a más.

Que si VOX (un partido conservador y sencillo) fuera, como dicen, extrema derecha, desgraciadamente nos habríamos enterado todos, por fortuna no lo ha sido nunca y ahora es un partido más de derechas que de momento no se casa con nadie y no creo que ningún miembro del partido se avergüence o niegue una honrada y sincera realidad. Sin embargo,  todos nos enteramos en su día, todos, de la existencia de la extrema izquierda y de la miserable e indecente ETA y sus adláteres. Ya está bien de que esté tan bien vista socialmente la izquierda y sus buenísimos, con sus diarreas mentales y etc., aunque la izquierda esté forrada y tenga incluso signos externos que cualquiera puede apreciar y, por tanto, comprobar esa falta enorme de coherencia de vida. Hay teorías políticas fantásticas que son muy de laboratorio, de aula y de cátedra y no para la calle, pero hay que tener en cuenta que para el día a día los experimentos se hacen con gaseosa. Hay una lección indudable: los éxitos y fracasos políticos están en la calle, y hay muchas calles por el mundo, y eso se llama evolución. Nos hacen falta dirigentes que sean buenas personas, íntegros, dueños de sí mismos y no diablos. Hay muchas clases de personas, y las hay buenas, con buen corazón; y si encima son inteligentes, qué buenos políticos serían. Los ha habido y su carrera no ha sido la política, han estado de paso, sirviendo casi como un deber al servicio de España y volviendo luego a su oficio que, en la mayoría de los casos, era de renombre.

Llevo mucho tiempo suspirando porque la derecha, de una vez, se una y se dejen de gilipolleces. Seguro que hay muchos hombrecitos por ahí que quieren estar en su almena, por no decir en su torre, pero la mayoría no. No hay más salida para España que la unión de la derecha y el espíritu de concordia de la Transición; que se dejen de guarrerías y reinos de taifas, y el que se ría, que se mire en un espejo por aquello del ridículo. Estamos mal, y salvo mi querida presidenta, Isabel Díaz Ayuso y su gente —que conozco a pocos en el Partido Popular, ahora, aunque tuve el honor de conocer a muchos que pasaron desde la Transición—, no veo muchas otras soluciones, por no decir ninguna.

Recuerdo a todos los que vivimos entonces esta transición política, de costumbres, etc., totalmente incruenta, salvo esos salvajes, criminales y asesinos de ETA y alguno más. Por cierto, todos esos de ETA y los del no sé qué deben tener, como unos cuantos en el Gobierno, diversos caracteres psicológicos y psiquiátricos en común, ya que se entienden y comprenden muy bien, o les conviene. Por tanto, hacen encaje de bolillos justificando todo lo que les da la gana y es condición injustificable, pues los intereses bastardos mandan. Para ellos, España es su finca y la parcelan como les da la gana, pisando a todo bicho viviente, vivo o muerto, y así apartando a todo el que estorba y olvidándose del sacrificio español que fue de todos los españoles y muchos de color verde. 

Como chascarrillo, que no lo es, cuando me insultan —que tampoco es muy a menudo—, si alguien concibe que soy facha, del LO-DO, fascista, meapilas, de la fachosfera y etc., pues algo tendré. Estos insultos, que ya sé de dónde vienen, intento convertirlos en medallas que me otorga la vida, defendiendo lo que creo y a mucha honra y no rindiendo pleitesía a ideas y menos a personas por interés que ni lo merecen ni lo han merecido nunca por ningún motivo.

Por si alguien no se ha percatado, yo voto con paz, con toda la honradez de la que soy capaz, es decir, en conciencia, con seguridad y con la tranquilidad que me proporciona, a Isabel Díaz Ayuso, presidenta de la Comunidad de Madrid.

Deseando paz y tranquilidad a todos los españoles. España, aunque a una minoría no le guste, existe, existirá y es de todos. Como dirían los hippies de mi época: “Only love”.

Viva España y Viva el Rey.

Luis Mosquera
Arquitecto 
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