miércoles, 12 marzo, 2025
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El Amor con Amor se paga, por Luis Mosquera

El Amor con Amor se paga, por Luis Mosquera

Desde siempre, o al menos desde que ejerzo como arquitecto, he observado los problemas que existen en el Colegio de Arquitectos para visar los proyectos, en el Ayuntamiento para obtener las licencias y luego los constantes requerimientos de San Luis. Esto da lugar a retrasos en todo el proceso, lo que genera una desesperación enorme en los promotores y la ruina de los arquitectos, que no cobran o se ven obligados a rehacer el mismo proyecto una y otra vez.
Me pregunto, ¿no se podría trabajar en equipo? Es decir, desarrollar el proyecto con dibujos, someterlo al criterio del Colegio o del Ayuntamiento y que estos también se involucren, tomen el lápiz o la pluma y propongan, trabajen y se pongan tan intensamente como lo hacen aquellos que se dedican a crear por oficio. ¿Quién mejor que el municipal conoce su propio municipio? Y si este, sin caprichos, empieza a sugerir soluciones que sabe que son óptimas, ¿qué bien no le hará a su compañero el que está diseñando la calle y, en última instancia, a la sociedad misma? Sin duda, el resultado también será una bendición para la arquitectura.

Me imagino que un arquitecto municipal es como una olla a presión que va cociendo todo lo que sabe en su interior. Tiene muchas soluciones y un sinfín de ideas en su cabeza, pero no explota y, por lo tanto, casi no deja huella en su paso por el municipio. Qué bonito sería, con tantos y tan buenos arquitectos municipales, trabajar codo con codo, como quien va a la escuela a consultar con su tutor. Si el tutor es bueno y no un incompetente, ¡qué delicia sería! Sin duda, saldrían proyectos magníficos, entregados en plazo y presupuesto, y todos ganaríamos mucho.

Recuerdo lo que me contó D. Alejandro de la Sota que es para reflexionar profundamente. Me dijo que le encargaron una obra en Salamanca, fue al solar, comió con el arquitecto municipal y, cuando este se despidió de él, D. Alejandro le pidió las ordenanzas, las limitaciones y todos los condicionantes. A lo que el arquitecto municipal le respondió: “D. Alejandro, ya hemos hablado de todo durante la comida, haga usted lo que le dé la gana”. Me parece una respuesta preciosa.

Cuando yo era Jefe del Departamento de Edificación de Tres Cantos S.A., vinieron a verme Jaime Nadal y Sebastián Araujo, que tenían un encargo en el PTM, para preguntarme sobre las ordenanzas y demás requisitos, ya que querían hacer un edificio. Este edificio, que más tarde resultó redondo, fue posteriormente demolido (era el de Red Eléctrica). En ese momento, les dije:

“Compañeros de la Cátedra de Oiza, ¿voy a ser yo quien os diga cómo dibujar un edificio? Aquí tenéis todo, haced lo que queráis”.

Y así lo hicieron, yo nunca llegué a ver el proyecto.

Es fundamental que tengamos en cuenta que los lenguajes plásticos conforman el paisaje urbano. Las fachadas y paredes de las casas son las que lo componen y basta con pasear por la ciudad para darse cuenta de las barbaridades que se hacen. Barbaridades que son un insulto a la estética, a la inteligencia y, desde luego, a la cultura.

Es cierto que es positivo que existan muchos lenguajes, pero lo hortera siempre grita y huele a hortera. Lo indecente es indecente y lo indigno, indigno.

Una cosa es una solución fácil porque nadie ha trabajado en ella, y otra es una solución fácil fruto de la capacidad de síntesis y la sencillez. Nadie se pondría en manos de un médico, y mucho menos de un cirujano, que no conociera su oficio a la perfección, porque con un bisturí en la mano hay peligro. Lo mismo ocurre con un lápiz o una pluma en la mano si no se sabe lo que se hace.

Además, hay intereses económicos involucrados. Los proyectos deben costar dinero, eso está claro, pero también deben estar bien hechos. Deberían otorgarse más premios a los arquitectos silenciosos y discretos, así como a las fachadas, escaparates y locales comerciales y de oficinas, porque eso es nuestro día a día. Nos movemos entre esas imágenes y paredes y, al final, cuesta lo mismo lo caro que lo barato, lo bueno que lo malo y lo feo que lo hermoso.

Un abrazo a todos los compañeros.

Luis Mosquera
Arquitecto

El Amor con Amor se paga, por Luis Mosquera. Esto es parte de la historia integral de Tres Cantos: la de las personas

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