jueves, 19 septiembre, 2024
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ESPÍRITU PROFÉTICO, por Manuel Armenteros

“El profeta no habla desde el poder de la institución, sino sobre la debilidad del Carisma, sea este “bautismal” o “consagrado”, “jerarquizado”. De su enfrentamiento con el poder (si ha lugar) y de su defensa de los débiles, como de su negativa a aceptar otro absoluto, que el de Dios. De su denuncia a un culto, sino engañoso, poco comprometido…, no puede salir más que la persecución y el conflicto de “puertas cerradas”.

“El espíritu profético, lo presenta así, A. Inhiesta: “Para tener esperanza, es preciso ser al mismo tiempo muy pobre y muy ambicioso, muy realista y muy utópico, ser minucioso como un contable y fantástico como un niño/a, o un poeta o poetisa, o de un periodista amante de la vida algo loco, ya que este sabe que el sabor de la vida es solo para los locos”.

La experiencia profética trae consigo una alteración. Todo profeta es una persona alterada y lo está porque le ha invadido el “Espíritu”. Este Espíritu Divino es el secreto del encuentro de Dios con la persona, no al revés, por eso es el profeta alguien alterado, enajenado, “desquiciado”, también y “descentrado” porque vive fuera de sus propios “quicios y centros”. Ahora vive, ve, oye. Se comunica desde Otro con otra mirada, otro oído, otra voz. Es capaz de ver “signos” donde los demás no ven sino cosas. Captan, pues, más allá de las apariencias de lo trivial, del clamor de la “realidad violentada por la injusticia” (Habacuc: 2, 9-11).

En todo profeta auténtico existe más que una “mística”, una “simpatía” (empatía diríamos hoy) de una identificación emocional con el sentir y el querer de Dios. Este conocimiento de Dios es algo más que ilustrar teológicamente, sino para alterar y transformar la vida entera de nuestro vivir. El espíritu profético es capaz de dinamizar a personas y comunidades con la promesa anunciada por Dios, para nuestro tiempo. La palabra salida de un espíritu profético, tiene infinitos matices: comunica – grita – pregunta – se queja – susurra – canta y canta un permanente amanecer.

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